martes, 23 de noviembre de 2010

MIEDOS INFANTILES


1.          INTRODUCCIÓN

El sueño es una necesidad fisiológica muy importante para nuestra salud,  invertimos una tercera parte de nuestra vida en dormir. Y es en la infancia cuando el sueño adquiere mayor relevancia, aunque sólo sea porque el bebé pasa la mayor parte del día durmiendo.

Los desórdenes del sueño son muy habituales en la infancia. Generalmente son benignos y pasajeros, pero en ocasiones pueden llegar a alterar de forma importante la vida familiar. Un conocimiento mayor del sueño y el dormir del niño puede ayudaros a prevenir y solucionar muchos de estos problemas.

2.          DESARROLLO DEL SUEÑO EN LA INFANCIA

Al igual que sucede con los adultos, hay niños que necesitan más horas de sueño que otros. A medida que el niño crece la cantidad de horas de sueño se reduce, y cambia su distribución a lo largo del día.
El sueño nocturno va aumentando tanto en duración como en continuidad. Hacia los 3 meses de edad la mayoría de los niños logran dormir de 6 a 8 horas por la noche sin interrupción. Y al año de edad la mayoría de los niños solo tienen una siesta al día.
De todos modos, un 20 % de los niños entre 1 y 2 años continúa despertándose regularmente, y esto sigue ocurriendo en un 15 % de los niños de 3 a 4 años.

          Edad                         Horas de sueño
1 semana
16-17 horas
3 meses
15 horas
6 meses
14 horas
12 meses
13 horas 45 min
18 meses
13 horas 30 min
2 años
13 horas
3 años
12 horas

3.          COMO CREAR EL HÁBITO EN EL SUEÑO

Cuando un niño duerme bien desde el principio todo va como la seda, pero cuando no es así, lo habitual es que sus papás no tengan ni idea de cómo comportarse, de qué hacer, y vayan probando en busca de algo que funcione, cambiando continuamente la rutina, cada día acuestan al niño de una forma diferente y se sienten cansados, frustrados, enfadados...
¿Y qué pasa con el niño? Como siente lo que sienten sus padres, se siente muy inseguro, y no podemos pretender que un niño aprenda el hábito del sueño si no somos capaces de transmitirle la seguridad que necesita para entender que quedarse en la cuna solo y conciliar el sueño por sí mismo es lo más natural del mundo.

Explicación: Tomemos como ejemplo el hábito de la comida: a una edad determinada, ponemos al bebé en una sillita, le ponemos un babero, un plato con el puré y una cuchara. Es decir, utilizamos una serie de elementos externos que asociamos con el acto de comer. Y siempre lo hacemos de la misma forma, ya sea la hora de comer, de cenar, e independientemente de quién le dé la comida. Y el niño va asociando estas señales externas de forma que cuando le sentamos y le ponemos el babero, ya empieza a moverse nervioso aunque todavía no haya visto la comida. Es decir, ha asociado los objetos con la hora de comer. Además, le estamos transmitiendo nuestra actitud, mamá está muy segura de que el puré se toma con cuchara y que la leche se bebe en el vaso o en el biberón. Esta seguridad la percibe su hijo, él también se siente seguro y aprende con naturalidad.
¿Qué pasaría si dudásemos? el primer día pondríamos a comer a  “Manuel” en la sillita, otro día en el orinal, al tercero probamos en la bañera... Si cada vez que le damos de comer cambiamos los elementos que van unidos a ese hábito, haremos que Manuel se sienta inseguro.
Aunque cause risa, cuando nuestro hijo tiene problemas para dormir hay días que lo acostamos en su cuna, otro día en nuestra cama, probamos con sentarlo en su sillita para que se duerma con la tele, lo metemos en el cochecito y lo paseamos...
Por eso, igual que hicimos en su día con el acto de comer, hemos de asociar el acto de dormir con una serie de elementos externos.)

Si dormimos a “Manuel” meciéndole en brazos ¿qué elemento externo asociará a su sueño? El balanceo en los brazos de mamá. ¿Qué ocurrirá cuando se despierte en medio de la noche? Que reclamará aquello que asocia con su sueño para poder volver a dormirse: necesitará que lo acunen para conciliar el sueño... y una mamá o un papá dispuesto a hacerlo.

Es importante saber que cada noche todos tenemos unos pequeños despertares nocturnos que interrumpen el sueño. Tanto en los niños como en los adultos no superan los 30 segundos de duración. Durante ese tiempo reconocemos si la situación ambiental es la misma, nos tapamos si tenemos frío y normalmente cambiamos de posición. Esos despertares no son recordados al día siguiente a no ser que se hayan prolongado por algún motivo.

Si aplicamos esto al sueño infantil, un niño se puede despertar unas cinco veces en una sola noche. Y cuando se despierta espera que todo siga siendo igual que cuando se durmió. Es decir, si se durmió mamando, buscará el pecho, si se durmió en brazos de papá, lo echará de menos...y se asustará porque su entorno ha cambiado.

El niño llora porque la situación con la que se encuentra cuando se despierta en medio de la noche no es la misma que cuando se durmió.
Entonces, si nuestro objetivo es que el niño duerma de un tirón y no nos despierte, debe asociar con el sueño elementos que puedan permanecer toda la noche y que no necesiten de un adulto. Para ello:

-          Es importante que duerma en su cuna y mejor que no se duerma con vuestra presencia porque esperará veros allí cada vez que despierte.

-          Hechas estas dos condiciones podemos darle lo que queramos siempre y cuando no se lo vayamos a quitar durante la noche: su chupete, su osito, su mantita.

Cuando se despierte notará que todo está como siempre: mi osito está aquí, mi chupete también, y volverá a conciliar el sueño sin problemas.

4.          ALGUNOS CONSEJOS

4.1     ALGUNOS CONSEJOS PARA LOS TRES PRIMEROS MESES

Es importante que desde el principio ayudemos al niño a diferenciar entre estar despierto y el sueño. De forma que en los pocos momentos en que no esté durmiendo es mejor que no esté en la cuna, cogerlo, hablarle, jugar con él...

También es positivo ayudarle a diferenciar entre el día y la noche:

-          Cuando duerma de día, no bajéis del todo las persianas, no renunciéis a ver la tele, solo bajad un poquito el volumen.
-          Cuando duerma de noche mejor dejadle a oscuras, es mejor que aprenda a dormir a oscuras desde el principio. Y de noche lo normal es que haya menos ruido.
-          Es importante que de noche esté especialmente cómodo, cambiadle de pañal, comprobad que la cuna no esté fría, que la habitación tenga una temperatura adecuada (entre 20 y 23º).

4.2     A PARTIR DE LOS 3 MESES:

-          Mantener una actitud que denote seguridad para que entienda que quedarse solo en su cuna y conciliar el sueño por sí mismo es lo más natural del mundo.
-          Propiciar que asocie una serie de elementos externos con el hecho de dormir: cuna, osito, chupete...
-          Crear una rutina previa al momento de acostarse y que cada día sea la misma. Así como establecer una hora de irse a la cama. (lo recomendable es sobre las 20-20.30, que es cuando se ha estudiado que aparece el sueño con más facilidad).
-          Con 3 meses ya podéis empezar a distinguir los diferentes tipos de llanto de vuestro bebé. Por eso, desde ahora no os levantéis a cogerlo desde el primer gemido, dadle algo de tiempo para que se vuelva a dormir solo.

4.3     DE LOS 6 MESES EN ADELANTE

Seguiremos con las rutinas: primero un baño relajante, después la cena, seguida de unos minutos haciendo algo agradable con el niño: una nana, un cuento.. y finalmente darle las buenas noches y salir de la habitación. Evitad actividades que puedan sobrexcitar al niño justo antes de irse a la cama, como juegos muy activos. 

A los seis meses puede aparecer la “angustia por separación”, es decir, la resistencia del niño a quedarse solo en la habitación a la hora de dormir. Es aconsejable ofrecerle un juguete (un muñeco) como compañía.

5.          PAUTAS PARA AYUDARLE A DORMIR BIEN

Uno de los momentos más difíciles del día es la hora de acostar a los niños. Es normal que ellos, por cualquier motivo, se resistan a dormirse. O porque desean estar más tiempo con sus padres, o con los hermanos, o viendo la tele, o charlando y contando historias, etc. Por eso, a los niños pequeños, hay que educarles desde el principio para evitar mayores problemas después. Todo dependerá de los padres, de cómo abordar el tema y hacerles partícipes en ello.
Muchos de los problemas que los niños tienen mientras duermen están relacionados con hábitos irregulares de dormir o con la ansiedad de irse a la cama y quedarse dormidos.
Aquí tenéis unas sugerencias sobre cómo ayudar al niño a que se duerma:

-          Establecer una rutina que incluya un período de tranquilidad antes de la hora de dormir.
-          Establecer un horario para dormir todos los días, ayudará al niño a mantener una rutina. Tener rituales para dormir son maneras efectivas para empezar a formar los buenos hábitos.
-          Evitar o reducir al mínimo el acceso a la televisión o a los videojuegos antes de dormir. El momento más aconsejable para ver la tele es entre las seis y las siete de la tarde, antes de iniciar las rutinas de baño, cena y sueño.
-          Permitir al niño, si así lo desea él, que lleve un juguete, un osito, o su manta favorita a la cama. Es conveniente que en su cuna tenga móviles, peluches y otros objetos que no supongan riesgo y que sirvan de vínculo para dormirse nuevamente si tiene despertares prolongados.
-          Controlar que la temperatura en la habitación sea agradable y que la ropa sea cómoda.
-          Evitar dormirse con el niño. Le hará más difícil acostumbrarse a dormir solo.
-          No acudir cada vez que el niño llama o se queja. Si es así, le estará acostumbrando a llamar sin necesidad. Debes estar atento siempre y acudir solo cuando haya signos de problemas reales como las pesadillas, el sonambulismo, etc.
-          Una vez que se coloca en su cuna se debe despedir del niño brevemente y con absoluta normalidad.
-          No se preocupe si su niño de pocos meses se queda dormido tras la toma. Acuéstele con normalidad, es casi seguro que no tendrá trastornos del sueño por esta causa.
-          Ante todo, estar muy seguros y convencidos de que lo que hacéis es lo mejor para vuestro hijo.

Edad
Duración del sueño
Patrón del sueño
Alteraciones del sueño

0-3 meses


16-20 horas


Igual cantidad de sueño nocturno que diurno.

Cólicos.
Apneas
.



12 meses


13-14 horas


Entre el 70-80 % de los niños duermen durante la noche a los 9 meses.
Desaparece la siesta de después del desayuno.

Angustia por separación (no se quieren quedar solos a la hora de dormir).
Despertares nocturnos.
Trastornos de movimientos rítmicos (cabeceos y balanceos)
Pesadillas.


3 años


12-14 horas de sueño.


Una siesta al día de 1 a 3 horas de duración.


Los despertares nocturnos frecuentemente desaparecen. Asociaciones del inicio del sueño con estímulos condicionantes.
Problemas para establecer los límites del sueño.
Resistencias para ir a la cama.
Pesadillas.


Nuestra mente no para aunque estemos durmiendo. Durante el sueño, continuamos organizando informaciones, asimilando imágenes, recuerdos y pensamientos, en nuestra memoria. En el sueño no hay límites de conciencia. Tanto podemos encontrar la solución a algún problema o una vía de escape a una situación difícil.

En el caso de los niños esos problemas pueden estar relacionados, en su mayoría, con los hábitos irregulares de dormir o con la ansiedad de irse a la cama y quedarse dormidos. En su primera etapa de desarrollo infantil, la hora de acostarse representa la hora de la separación. Y es cuando aparecen los problemas durante el sueño. Los más frecuentes son:

6.1     INSOMNIO INFANTIL

En el 98% de los casos el insomnio infantil tiene su origen en un hábito mal adquirido.
Características clínicas del insomnio infantil:

·    Dificultad para iniciar el sueño solo.
·    Múltiples despertares nocturnos.
·    Sueño superficial (cualquier ruido lo despierta).
·    Duermen menos horas de lo habitual para su edad.
El insomnio infantil es la alteración del sueño más común en la primera infancia, está presente en el 35% de los niños menores de cuatro años, y alteran notablemente la vida familiar, se traduce en niños irritables, inseguros, pataletas, y padres agotados y nerviosos temiendo el momento de mandar al niño a la cama.
Para atajar este problema es necesaria una reeducación del sueño, teniendo en cuenta todas las pautas citadas anteriormente y no cediendo a las demandas del niño.

6.2     LOS TERRORES NOCTURNOS

Los terrores nocturnos afectan a un 3% de los niños, suelen aparecer alrededor de los dos o tres años.
Se producen en la primera mitad de la noche, asociados a un sueño muy profundo.
Se caracterizan porque el niño grita inconsolablemente y parece aterrorizado y confuso. El episodio puede durar de 1 a 10 minutos, y una vez finalizado el niño se duerme inmediatamente. Sin embargo, los padres suelen permanecer despiertos y asustados. Pero no hay que angustiarse. Este fenómeno es muy habitual y no indica necesariamente un problema emocional. Los terrores nocturnos pueden ser desencadenados por fiebre, falta de sueño y medicamentos que actúen a nivel del sistema nervioso central.
Al terminar el episodio el niño se duerme fácilmente (en realidad no está despierto durante el fenómeno) y no recuerda nada al día siguiente. Si se trata de episodios aislados este trastorno no requiere ningún tratamiento especial.
¿Qué hacer? no se recomienda que intentéis despertarle porque está profundamente dormido. Podéis encender las luces para que esté menos confundido por las sombras. Haced comentarios que le tranquilicen. Podéis abrazarle si esto parece ayudarle a que se sienta mejor. Quedaos junto a él para vigilar que no se caiga si se mueve, pero nada más, solo esperar a que se le pase intentando mantener la calma.
Importante: si acudís y deja de llorar no se trata de un terror nocturno.

6.3     LAS PESADILLAS

Es muy frecuente que aparezcan en el niño desde edades muy tempranas, las pesadillas ocasionales son normales en todas las edades después de los 6 meses de edad.
Las pesadillas suelen relacionarse con las etapas de desarrollo del niño: los niños que empiezan a caminar suelen soñar con la separación de sus padres; los niños en edad preescolar pueden soñar con monstruos o la oscuridad; los niños en edad escolar pueden soñar con la muerte o peligros reales.

Las pesadillas normalmente se producen durante la tercera y última parte del sueño.
El niño que tiene una pesadilla sí que se despierta completamente, recuerda su sueño y le cuesta volver a dormirse a causa del miedo. A diferencia de lo que ocurre en los terrores nocturnos, en las pesadillas el niño necesita que le tranquilicen y le den seguridad.
Hay que dejar al niño que explique su sueño. Puede ser más difícil que el niño más pequeño diferencie entre sueño y realidad, pues para él “el mundo de los monstruos” puede existir tan vívidamente como el mundo real. Para el niño pequeño los padres son “mágicos”, y tienen la capacidad de acabar con los seres más amenazadores.
No es fácil discriminar los estímulos que pueden hacer que el niño tenga pesadillas, generalmente suelen ser niños sensibles a los cambios y a los acontecimientos vividos durante el día. Puede ser un cambio de residencia o un cambio de colegio, es muy habitual la aparición ante la separación de los padres, o por cambios de residencia los fines de semana... sucesos que provocan en el niño inseguridades que se reflejaran en el sueño.

6.3.1     QUÉ HACER?

Prevención: Los padres debéis estar atentos a lo que ven los niños en la tele, especialmente antes de la hora de irse a dormir. No permitáis que el niño vea o escuche películas o programas de televisión de terror. Durante la rutina de irse a la cama, podéis hablarle de cosas divertidas y felices.
Estar preparados para atenderles: Como las pesadillas no se pueden evitar y no avisan cuando vienen, debéis estar seguros de oír a vuestros hijos por si lloran durante la noche y atenderles lo antes posible pues después de una pesadilla necesitan de ayuda y consuelo.
Tranquilizar al niño: Tranquilice, consuele y abrace a su hijo. Los niños deben sentirse protegidos. Habladle con voz calmada y confortante y que sepan que os quedaréis con él un ratito, pero que debe volver a dormirse. Podéis darle una "manta de seguridad" o un juguete de consuelo.
Quedarse con el niño: En estos casos es mejor quedarse con él hasta que se haya calmado y vuelva a dormir.
Mantener la calma: Aunque sea desconcertante para vosotros el ser despertados súbitamente por gritos y el llanto de vuestro hijo, hay que mantener la calma. Los niños notarán si los padres se encuentran nerviosos. Y no les servirá de nada. Solo los padres calmados podrán ayudar a sus hijos.
Charlar acerca de la pesadilla: Ayudad al niño a hablar sobre las pesadillas durante el día. Podéis ayudarle a que invente un final feliz para el sueño.

6.3.2     QUE NO SE DEBE HACER

No lo lleve a su cama. Y tampoco se suba a su cama. Esto puede dar a los niños la impresión de que deben temer a sus propias camas y crearles malos hábitos.

6.4     SONAMBULISMO

El niño sonámbulo se levanta de su cama y estando dormido hace actividades que pueden ser habituales. La edad más frecuente de aparición es entre los 4 y 8 años y se resuelve espontáneamente en la adolescencia.
Suele producirse durante las tres primeras horas de sueño.
¿Qué hacer? Es una alteración benigna y aunque no es tan peligrosa como suele creerse sí deberéis adoptar medidas de seguridad para evitar cualquier accidente fortuito.
Intentad reconducirlo a la cama sin despertarlo para no aturdirle. Una vez acostado dejarlo tranquilo.

6.5     BRUXISMO

Consiste en el rechinar de dientes durante el sueño. En ocasiones hay que consultar a un ortodoncista para que evite el desgaste de las piezas dentales, tal vez deba utilizar una prótesis para las noches.  No conlleva más problemas, suele desaparecer.

6.6     SOMNOLOQUIA

Se trata de la emisión de palabras durante el sueño. No constituye ningún problema y no requiere tratamiento.

6.7     SÍNDROME DE APNEA OBSTRUCTIVA DEL SUEÑO

Las características de los niños con apneas (pausas respiratorias prolongadas) obstructivas del sueño son: Pausas en su respiración, mayores de 6 segundos en niños pequeños y mayores de 10 segundos en niños mayores y adolescentes. Ronquidos intensos. Respiración con la boca abierta
Es muy común la presencia de amígdalas y vegetaciones aumentadas de tamaño.
Es un problema grave que requiere estudio en una Unidad de Sueño. Siempre que se sospeche esta situación se debe consultar al pediatra, siendo recomendable grabar en vídeo el sueño del niño. El tratamiento suele ser quirúrgico (extirpación de amígdalas y vegetaciones).
hay que tener en cuenta que el 10% de los niños roncan, y  si vuestro hijo lo hace de manera persistente, y sobre todo si notáis que durante el sueño respira por la boca y con cierta dificultad, es conveniente que consultéis con un especialista,.

7.          CONCLUSIÓN

A debate
Si el niño se despierta y llora, los padres se levantan y comprueban que no le pasa nada, tiene el pañal limpio, no tiene hambre ni sed, tampoco está asustado por una pesadilla o un terror nocturno, pero sigue llorando...
Unos abogaran por ignorar el lloro y otros por satisfacer las demandas de afecto que parece expresar el llanto del niño. ¿Ventajas e inconvenientes de cada opción? A unos les preocupa que el niño aprenda que con el llanto puede manipular y manejar a sus padres y a otros las repercusiones emocionales y psicológicas que puede acarrear el hecho de que el niño “llore solo”, de no satisfacer sus deseos de afecto. ¿Quién tiene razón?.
Como en muchas ocasiones, en el término medio está la virtud. Con un poco de práctica y sentido común se puede aprender a distinguir qué demanda el niño, y en función de la situación, así actuarán los padres: unas veces habrá que ignorarle, y en otras ocasiones llenarle de besos.


viernes, 19 de noviembre de 2010

Rabietas

En primer lugar debemos aclarar que las rabietas son conductas absolutamente normales,
y que por lo tanto no deben ser motivo de preocupación. Su aparición puede demorarse más o menos, pero en algún momento todos los niños ofrecen este tipo de respuestas.
 
Desde que son muy pequeños los niños aprenden que el llanto es uno de los mejores recursos para reclamar la atención de los padres (de hecho, durante cierto tiempo es el único medio del que disponen). El problema surge cuando el niño lo utiliza intencional e indiscriminadamente para obtener ciertas recompensas. El niño quiere conseguir algo. Bien porque sus padres se lo niegan, bien porque el niño anticipa esa dificultad, y recurre al llanto y al enfado desproporcionado como respuesta a la frustración de sus deseos. En los primeros meses de vida atendemos de forma natural y de manera rápida una serie de comportamientos infantiles (lloros, caras tristes, estar quieto, vómitos, etc.) Esta situación se puede mantener hasta los 2 años, los 3 años, y quizás más.

Cuando el niño obtiene lo que ansía de los padres (su recompensa), deja de llorar, recompensando así a los padres que ven con alivio como desaparece la incómoda conducta del niño. Así, el niño domina la situación y dirige la solución de los conflictos.

De esta forma se crea un mecanismo que, de no evitarse a tiempo, será difícil desmontar. Si estos procesos de recompensa no se encauzan adecuadamente, la personalidad del niño se inclinará inevitablemente hacia la impulsividad, el egoísmo, la intolerancia y la manipulación.


Estrategias de tratamiento:

Poner la casa «a prueba de niños», con objeto de reducir el número de ocasiones en que los padres se ven obligados a decir que «no».

Permitir que los niños pequeños realicen pequeñas elecciones frecuentes, todas dentro del terreno de lo aceptable (p. ej., «¿Quieres tomarte la leche en el vaso azul o en el rojo?»).

Limitar las frustraciones atendiendo al temperamento del niño y sus ritmos: entendemos que si nuestro hijo es muy nervioso necesitará correr cada día, o si se pone de muy mal humor cuando tiene hambre intentad evitarlo.

Avisar al niño con tiempo. Algunas de estas rabietas pueden ser prevenidas dándole a su hijo una advertencia con 5 minutos de anticipación, en vez de pedirle de repente que deje inmediatamente de hacer lo que está haciendo.

La negativa debe ser irrevocable!!!
Muchos padres dicen «no» cuando realmente quieren decir «me parece que no». Cuando el niño protesta suficientemente, el padre o la madre cede, recompensando con ello la rabieta.

Es importante establecer normas razonables, claras y coherentes y no cambiarlas, para que el niño conozca perfectamente donde están sus límites
Esto es absolutamente clave: el que algo se pueda o no se pueda hacer, no debe depender del humor que tengan en ese momento los padres.

Las reglas deber ser siempre las mismas y también independientemente de que quien esté en ese momento al cuidado sea el padre o la madre.

Cómo actuar ante una rabieta:
1.    Ignorar es una manera efectiva de impedir las rabietas o, al menos, de evitar reforzarlas. Debemos saber, que cuando empezamos a ignorar las rabietas, éstas pueden intensificarse durante un período de días o semanas antes de empezar a ceder.

2.     Si no se logra controlar la rabieta, y la situación lo permite, se puede adoptar una actitud de indiferencia y hacer como que se ignora la conducta del niño, para lo cual no debe manifestarse enfado, ni deben hacerse promesas o proferir amenazas. Porque el niño, con la rabieta, pretende llamar la atención y si hacemos todo eso, aunque no consiga aquello que motivó el berrinche, de algún modo habrá salido ganando y, sin querer, podemos reforzar ese comportamiento o sea le "enseñaremos" a tener más rabietas.

3.     Si la "escena" ocurre en un sitio público, procure llevarle a un sitio tranquilo y si fuera necesario contenerle físicamente porque presente una actitud violenta, procure sujetarle pero sin hablarle ni mirarle.

4.     Es muy importante perseverar en la decisión adoptada hasta el final, hasta sus ultimas consecuencias.

5.     No haga caso a las rabietas motivadas por el deseo de llamar la atención o exigir algo.

6.     Una vez que ha empezado, una rabieta rara vez puede ser interrumpida. Aléjese, incluso yendo a otro cuarto para que el niño ya no tenga quien le escuche. No trate de razonar con su hijo. Simplemente dígale: "Veo que estás muy enfadado, te dejaré solo hasta que te calmes”. Deje que el niño recupere el control. Después de la rabieta, asuma una actitud amistosa y trate de normalizar las cosas. Usted puede prevenir algunas de estas rabietas diciendo "No" con menos frecuencia.

7.     A veces es difícil, pero se debe crear un clima de tranquilidad en torno a la situación, es decir, mantener la calma y el control. No regañar, ni gritar al niño porque, además de no solucionar nada, genera más inseguridad y constituye un mal ejemplo.
Evite pegarle porque esto indica al niño que usted ha perdido el control.
Tampoco hay que intentar razonar con el niño, porque en ese momento no nos escuchará.

8.     El castigo es una de las medidas más frecuentes y, por ello, debemos emplearlo con cuentagotas y cautela
           En primer lugar porque un castigo repetido muchas veces pierde su poder sancionador y corrector.
           En segundo lugar porque el castigo como respuesta ante una rabieta puede convertirse en un arma de doble filo. Con el castigo, aunque parezca que el niño lo aborrece, estamos dedicándole toda nuestra atención y, aunque no consiga lo que quería (muchas veces algo insignificante), sí logra convertirse en el centro de todas nuestras miradas.
           Por extraño y paradójico que parezca, el niño acabará acostumbrándose al castigo y, lo que es peor, buscándolo como “recompensa afectiva”.
           El castigo tiene efectos pasajeros; a base de castigos no eliminamos la conductas inapropiadas de las rabietas que por instaurarse como un patrón de comportamiento, son conductas que persisten en el tiempo.

9.     Reforzar los comportamiento positivos. Es decir, entre otras cosas hacerle caso y alabarle cuando su conducta es la adecuada.


Preguntas que nos podemos hacer:

¿Qué pasó exactamente la última vez que su hijo tuvo una rabieta? ¿Qué lo provocó? ¿Qué hizo su hijo? ¿Cómo respondió usted? ¿Fue un episodio típico? Un relato paso a paso de un episodio reciente concreto puede proporcionar información crítica sobre lo que el padre o la madre quiere expresar por «rabieta» y sobre sus antecedentes y factores reforzantes. Asegurarse de preguntar sobre las consecuencias posteriores (como castigos al día siguiente o de premios especiales que puedan ofrecerse porque los padres se sienten mal por haberse enfadado tanto).

¿Cuántas veces las rabietas terminan con que el niño consiga lo que quería? Cuando los padres capitulan después de una rabieta particularmente prolongada, de forma inadvertida están enseñando al niño a volver a repetirlo durante períodos cada vez más largos. En el lenguaje de los conductistas, las conductas mantenidas con un refuerzo intermitente son especialmente resistentes a su extinción.

¿Las rabietas aparecen también en la escuela además de en la casa? Los niños habitualmente son capaces de «contenerse» cuando están delante de sus compañeros. Las rabietas en la escuela pueden sugerir que el niño está experimentando un nivel más elevado de estrés en la escuela debido a dificultades para aprender o para comportarse socialmente. Cuando un niño se comporta bien en la escuela, pero no en la casa, la atención debe dirigirse a las pautas de las relaciones familiares.

¿Están afectando las rabietas al comportamiento normal de la familia? Las rabietas requieren una inmediata atención si están motivando que los padres eviten ir a la compra, contratar «canguros» o invitar amigos a su casa.

¿Tiene el niño otros problemas de conducta, como hiperactividad, enuresis o conductas agresivas dirigidas contra sus amiguitos o hermanos? Una pauta de problemas múltiples de conducta sugiere la necesidad de una evaluación psicológica más completa.

¿Cómo se sienten cuando el niño coge una rabieta? Si los padres informan de un enfado extremo, vergüenza o culpa, estos sentimientos deben ser atendidos para que la intervención tenga éxito.

¿Cuándo se va el niño a la cama? ¿Tiene rabietas a la hora acostarse? ¿Ronca, respira irregularmente, duerme intranquilo o se despierta a menudo? Los trastornos del sueño sugieren cansancio como posible factor contribuyente. El horario irregular de acostarse y las rabietas a la hora de dormir pueden indicar una falta de estructura o un fallo por parte de los padres en señalar unos límites concretos.

Cuando el niño está contento, ¿cómo lo demuestra? ¿Expresa todas sus emociones intensamente? Estos problemas exploran los factores temperamentales contribuyentes. En ausencia de otras características preocupantes, un niño nervioso y obstinado en ocasiones tiene rabietas intensas y largas que pueden ser normales.
¿Muestra el niño las rabietas más con el padre o con la madre? Las relaciones familiares pueden desempeñar un papel en el mantenimiento de las rabietas. Si ocurren más con uno de los progenitores (habitualmente la madre), puede ser porque sea más ambivalente al fijar los límites. Es posible también que el otro progenitor esté socavando sutilmente la autoridad de su pareja.


 
Alrededor de los dos años, los niños empiezan a sentir que el mundo es un lugar grande y abrumador, y los deja inseguros de sí mismos y de sus esfuerzos e independencia arduamente ganados.
Ahora, él se contradice: quiere ponerse la ropa que él quiere o no acepta a vestirse, comer, ir al parque y ver la tele, o todo a la vez.

EL NIÑO DE 2 AÑOS

·        Le gusta que las rutinas para comer, vestirse e ir a la cama sean las mismas cada día porque esto le ayuda a sentirse más seguro.
·        Tiene dificultad para tomar decisiones. Quiere las dos cosas, leche y zumo, en lugar de escoger uno.
·        Se esfuerza por controlar su mundo, es probable que se vuelva muy mandón, tenso y rígido.
·        Se frustra con facilidad y se chupa el dedo o pide el chupete, se apega a un juguete, tiene una rabieta, o grita para liberar tensiones.
·        Puede mostrarse en un minuto sumiso, e independiente el siguiente.
·        Todavía no es capaz de compartir y necesita empezar a relacionarse con otros niños.
·        No acepta bien los lugares nuevos.


1- Del desarrollo. Las rabietas aparecen cuando las emociones negativas de ira o frustración exceden de la capacidad del niño para controlarlas.
En los niños pequeños, hay un conflicto entre sus deseos de autonomía y las limitaciones que se le imponen a una edad en la que no posee un desarrollo suficiente del lenguaje, para poder expresar con palabras sus necesidades o sentimientos. Esto le crea frustración y estrés emocional. Qué vestir, qué meterse a la boca, adónde ir y cuándo marcharse son muchas de las decisiones que los niños pequeños querrían tomar independientemente pero que no pueden hacer.
En los niños mayores, las rabietas pueden ser una conducta aprendida, reforzada por la adaptación de los padres o, paradójicamente, por la intensa atención negativa que despiertan.

2- Temperamentales. El temperamento desempeña un papel importante Los niños nerviosos tienden a expresar sus sentimientos dramáticamente, es probable que los niños con pautas de sueño o de apetito irregulares encuentren sus necesidades frustradas más a menudo.

3- Ambientales. Las rabietas pueden asociarse con un cierto número de factores ambientales: el estrés familiar, la depresión de los padres, los castigos corporales frecuentes y la incapacidad de marcar límites firmes. Muchos niños siguen teniéndolas porque tuvieron éxito con rabietas anteriores.

4- Orgánicos. Las alergias e infecciones respiratorias recurrentes, los trastornos del sueño, las pérdidas de audición, los retrasos del lenguaje y el trastorno del déficit de atención con hiperactividad (TDAH) se asocian todos ellos con un aumento de las rabietas. Las rabietas también pueden estar incrementadas en el autismo, en las lesiones cerebrales traumáticas y en el retraso mental grave.

     Es muy importante perseverar en la decisión adoptada hasta el final, hasta sus ultimas consecuencias. Por ejemplo, si se ha decidido que aquello que el niño pide es inadecuado, los padres se mantendrán firmes en su decisión con independencia de las respuestas del niño.

·        Por supuesto, no debe concedérsele lo que quería, para no reforzar su conducta, como tampoco conviene ofrecer premios o recompensas para que abandone su rabieta.
En las fases iniciales, un pequeña dosis de humor y, si es posible, intentar distraer al niño desviando su atención hacia otra actividad u objeto, pueden ser de mucha utilidad.

·        El castigo es uno de las medidas más frecuentes y, por ello, debemos emplearlo con cuentagotas y cautela.
En primer lugar porque un castigo repetido muchas veces pierde su poder sancionador y corrector.
En segundo lugar porque el castigo como respuesta ante una rabieta puede convertirse en un arma de doble filo. Con el castigo, aunque parezca que el niño lo aborrece, estamos dedicándole toda nuestra atención y, aunque no consiga lo que quería (muchas veces algo insignificante), sí logra convertirse en el centro de todas nuestras miradas.
Por extraño y paradójico que parezca, el niño acabará acostumbrándose al castigo y, lo que es peor, buscándolo como “recompensa afectiva”.
El castigo tiene efectos pasajeros; a base de castigos no eliminamos la conductas inapropiadas de las rabietas que por instaurarse como un patrón de comportamiento, son conductas que persisten en el tiempo.

·        Asegurarse de que las rabietas no amenazan la autoestima del niño, evitad declaraciones humillantes después de la rabieta. Los padres deben hablar de «perder el control» en lugar de «portarse mal» y evitar hablar mucho de la rabieta después.
Una vez que se ha pasado el berrinche, no se le debe castigar ni gritar, sino darle seguridad y afecto, pero sin mimarle en exceso ni darle ningún tipo de premio, explicándole lo inadecuado de su comportamiento.

·        Reforzar los comportamiento positivos. Es decir, entre otras cosas hacerle caso y alabarle cuando su conducta es la adecuada. Es niño busca la atención de sus padres y si la consigue sobre todo cuando hace "cosas malas", le estaremos indicando que ese es el comportamiento que debe repetir para conseguir que le dediquemos más tiempo.

·        Para las rabietas de tipo perturbador o destructivo, utilice suspensiones temporales.

Algunas veces las rabietas son demasiado perturbadoras o agresivas para que los padres las pasen por alto: Se cuelga de nosotros, nos pega, tiene una rabieta en un lugar público, rompe cosas...
Sujete al niño cuando tenga rabietas en las que podría causar daño o lastimarse.
Si su hijo ha perdido totalmente el control, usted podría sujetarlo. Perder el control probablemente atemoriza al niño. Sujételo también cuando tenga rabietas durante las cuales podría lastimarse (como cuando se arroja violentamente hacia atrás).

Tome al niño en sus brazos, dígale que usted sabe que está enfadado y muéstrele, con su ejemplo, la manera de dominarse. Téngalo en brazos hasta sentir que empieza a relajarse. Esto generalmente requiere de 1 a 3 minutos. Luego, suéltelo. Esta respuesta reconfortante raras veces es necesaria después de los 3 años de edad.


Debemos saber que...

·        No atender una rabieta no consiste en rechazar al niño afectivamente. Consiste en retirar la atención ante la rabieta y darlo ante un comportamiento más adecuado. Hay que tener cuidado para no confundir una "rabieta" con una "necesidad real".
·        Debemos saber que cuando empecemos a no atender las rabietas, la conducta en lugar de disminuir va a aumentar. No hay que asustarse, es normal.
·        Luego va disminuyendo. Lo hace más rápidamente si atendemos las demandas correctas.
·        Las rabietas, ocasionalmente, vuelven a aparecer. Debemos actuar entonces como teníamos prefijado. Con el paso del tiempo aparecen cada vez menos.